MARIANNE

Una hermosa mujer francesa, cuyo nombre al parecer contrae los comunes Marie y Anne, de tez jovial, rasgos finos  y cabello ondulado acomodado bajo un gorro frigio escarlata, más que una imagen es un importante símbolo que seguramente todos hemos visto sin notarlo.

La Revolución Francesa no sólo fue esa protesta social de un pueblo indignado y empobrecido contra la nobleza imperante que derrochaba sin reparos y que mal cuidaba los intereses de la nación y su gente; sino que representó un movimiento cuyo significado transcendió con la exigencia del que sería su lema abanderado “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, frase que es ahora conocida en todo el mundo.

Y es aquí donde nuestro personaje toma su forma. Aunque los orígenes de Marianne datan de la antigüedad, cuando los libertos romanos enarbolaran sus gorros frigios idénticos en nombre de la virtud recibida, cuando las batallas más medievales se representaron guiadas por una valerosa mujer a veces con espada, una balanza o seguida del león y el borrego; fue la Revolución la que forjó la imagen que hoy sigue enalteciendo a Francia al representar la permanencia de sus virtudes y valores, fortaleza, protección y unidad.

Aunque tuvo sus traspiés y ciertos aristócratas contrarrevolucionarios intentaron desaparecer su imagen, los que se identificaron con Marianne la mantuvieron presente con monedas, pinturas y estatuas en cada pueblo. De hecho, los ayuntamientos franceses desde el siglo XX hasta el presente, han instalado su busto con varias de las versiones conocidas (con y sin gorro, o portando una corona de espigas), siendo los más recientes esculturas que han tomado rasgos de famosas actrices y modelos del país.

Claro que, como en todo, siempre hay una obra maestra que sobresale entre todas las representaciones que se han hecho. En este caso destaca una Marianne de grandes dimensiones, maravillosa, soberbia y verdosa: la Estatua de la Libertad de Nueva York.