CALIGAE

Las legiones romanas del primer siglo, no sólo fueron reconocidas por los triunfos que le brindaran a su Imperio, sino también por el ingenio característico que les permitió solventar sus necesidades con practicidad.

Una de estas situaciones de prioridad, sin duda, fue el calzado. Con un territorio tan vasto que defender, el ejército debía movilizarse con agilidad de un extremo a otro y se volvió ineludible el requerimiento de un diseño que permitiera el desplazamiento y protegiera a la vez.

Las cáligas surgen entonces como las botas de marcha de la época, hechas con correas de cuero que ataban el pie y tobillo permitiendo el paso del aire y una suela cubierta de clavos de hierro que brindaba tracción y servía de armadura e, impresionantemente, no producía ampollas.

Cabe la pregunta de por qué resulta llamativo hablar de esta sandalia, y la explicación es verdaderamente simple: su simbolismo. Es una imagen propia romana, reconocida por todos y que representa la grandiosidad y expansión del que llegaría a ser el imperio más sólido del mundo.

Además, no es por todos sabido que la magnificencia del nombre con el que se conociera a aquel gran emperador, tirano y malvado según algunos, deriva del diminutivo cariñoso relativo a sus pequeños zapatos, que le pusieron los soldados a los que acompañó desde muy joven: Calígula.

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